La Granada Nazarí

 


La fundación del Reino Nazarí de Granada en el siglo XIII fue consecuencia directa de la crisis del poder de los Almohades tras su derrota contra los cristianos en la batalla de Las Navas de Tolosa (1212), lo que abriría la transicional “época de las terceras taifas” (1228-1238).

Una de estas taifas surgidas fue creada por el fundador de la dinastía nazarí Muammad I (1232-1273). En sus inicios, fue proclamado emir por los habitantes de su localidad natal, Arjona. Poco a poco, distintas localidades se sumaron a sus dominios y, principalmente, Málaga, Almería y Granada en 1238, eligiendo esta última ciudad como capital definitiva de su reino por su marcada orografía y su mayor alejamiento de la frontera cristiana con respecto a Jaén.

Una vez asentado en Granada, Muammad I tomaría las primeras medidas sobre las que asentaría su dinastía: primero acondicionó las precarias construcciones defensivas que, desde el siglo IX, eran ya conocidas como “la Alhambra” (al-amrā’, la fortaleza roja), como nueva sede del poder y posterior residencia real; el empleo del color rojo que, al igual que el nombre de la Alhambra, se vinculaba con su apelativo de Ibn al-Amar como tono representativo de los símbolos del poder nazarí; y, por último –y como cualquier dinastía islámica medieval-, la creación de una genealogía de prestigio para legitimar el poder político y religioso de su nueva estirpe, recurso que hundió sus raíces en este siglo XIII.

A principios del XIV el reino nazarí se fue consolidando y se iba ampliando el horizonte constructivo en la propia Alhambra, con el palacio del Generalife. A pesar de ello, la política nazarí fue convulsa por la propia inestabilidad interna de la dinastía nazarí –debido a los continuos destronamientos y crímenes políticos de sus sultanes a manos de rivales de la propia familia.

Existían varios candidatos a la sucesión de los emires, al tener estos distintos hijos como consecuencia de la práctica de la poligamia con esposas legítimas y concubinas; aunque también ha estado presente el “cambio de rama” reinante dentro de la familia nazarí, por no descender directamente de Muammad I, sino de una rama paralela - Fāima bint al-Amar (hermana). Este fenómeno, de transmisión del poder por vía materna, se dio en varias ocasiones en el seno de la familia nazarí, lo que nos llevaría a reflexionar sobre si las mujeres de esta dinastía fueron legítimas continuadoras de las líneas sucesorias sin desviarlas ante ausencia de descendencia por parte de los emires del momento.

La dinastía de Fāima condujo paulatinamente al reino a su esplendor, alcanzado durante los reinados de Yūsuf I y de Muammad V, caracterizados ambos por la firma de pacíficos tratados tanto con los reinos de Castilla y Aragón como con el meriní de Fez, por la actividad intelectual de grandes figuras Ibn al-Jaīb (m. 1374), autor de muchos de los poemas inscritos en la Alhambra;.

El paso del reino nazarí hacia el siglo XV fue protagonizado por dos emires, Muammad VII (1392-1408) y el rey poeta Yūsuf III (m. 1409-1417), bajo los cuales se inició su decadencia política y territorial; a ello contribuyó no sólo una activa dinámica de derrocamientos -aprovechada por familias cortesanas como los Abencerrajes para aumentar su influencia política-, sino que en el plano exterior una Corona de Castilla mucho más consolidada aumentó su presión sobre el reino de Granada, causándole diversos ataques fronterizos e importantes pérdidas territoriales.

Reinados, continuamente interrumpidos por otros candidatos, como el de Muammad IX “el Zurdo” agravaron aún más la situación dinástica, a pesar de la intensa actividad diplomática, en la que además participaron personalmente mujeres de su entorno familiar.

Esta situación conduciría a un triángulo de poder representado por Muley Hacén, el Zagal (hermano del primero) y Boabdil (hijo del primero), los grandes protagonistas de la llamada "Guerra de Granada" (1482-1492); un periodo en el que el reino nazarí se debatía entre hacer frente a sus propias guerras civiles y familiares, por un lado, y el reforzamiento de la cristiandad peninsular e impulso de la “Reconquista”, por otro, sobre todo a partir del matrimonio de los Reyes Católicos en 1469 y la consecuente unificación de sus reinos.

Este triángulo de poder se vio agravado aún más por el antagonismo de Aixa La Horra (la esposa de Muley Hacén y madre de Boabdil) y Zoraida, la concubina de Muley Hacén.

En 1585 muere Muley Hacén, se exilia el Zagal y queda Boabdil como único emir de Granada. La debilidad de Boabdil fue aprovechada por los Reyes. Una vez conquistado todo el emirato y con Granada cercada, la capital nazarí tuvo que capitular el 2 de enero de 1492. Boabdil, a quien primeramente le fue concedido un señorío en la Alpujarra, se dirigió finalmente a Fez junto a su madre, dejando atrás a una población mudéjar que se enfrentaba a sobrevivir en una tierra ya cristiana en la que no serían respetados los términos de las Capitulaciones. Un triste final para un reino próspero que, contra todo pronóstico, consiguió prolongar la historia de Al-Ándalus.


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